Ansiedad, Angustia y Depresión en el embarazo
cON colaboración de :
Psi. Jannet Cendejas
Periódico el NORTE, 13/08/16
Acabas de enterarte de que estás embarazada, compartes la noticia y todos parecen estar súper emocionados, excepto tú.
Aunque los cambios físicos y biológicos de la mujer durante el embarazo son bien sabidos, los aspectos psicológicos no lo son tanto, y sin embargo son clave en el desarrollo de la maternidad y el maternaje.
Si aprendes a identificarlos, podrás lidiar con la ansiedad, el estrés y el miedo que a veces rodean a muchas mujeres durante una de las etapas más hermosas de su vida, e incluso prevenir situaciones de riesgo, como la depresión postparto.
Para lograrlo es indispensable aprender a tener una buena relación madre-hijo y crear un vínculo seguro.
ANTES DEL EMBARAZO
Una vez que has decidido tener hijos y formulas en tu mente la imagen de tu futura familia, has comenzado el camino para ser madre.
La psicóloga Jannet Cendejas, especialista en psicoterapia y psicodiagnóstico del adulto y el niño, dice que en este proceso que inicia a partir de tus propias construcciones sociales e individuales influye, en parte, la relación que hayas llevado con tu mamá.
Con ella coincide la psicóloga Gabriela Martínez, especialista en psicoterapia infantil y del adolescente, quien agrega que si hubo dificultad en la relación madre e hija, es posible heredar un patrón de cuidado y crianza que altere la naturaleza para estar alerta a las necesidades del bebé.
Si a eso le agregamos variables como si se cuenta o no con redes de apoyo, la situación marital, consumo de sustancias o depresión, el resultado es una mamá ensimismada, incapaz de conectar con su hijo.
Martínez explica que lo anterior puede inhibir la capacidad de la madre para comprender las relaciones sociales y su habilidad para identificar y manejar los sentimientos, además de disminuir su nivel de energía, sueño y respuesta al estrés.
También podría impedirle ofrecer un apego seguro al niño, algo vital desde el embarazo.
¿QUÉ ES EL APEGO?
Es el vínculo afectivo entre mamá y bebé, que predestina cómo se relacionará éste con los demás.
Comienza desde el embarazo y se desarrolla durante toda la vida.
Es la capacidad de identificar y entender los sentimientos del niño, de darle atención y seguridad, tanto emocional como física.
Gabriela Martínez, especialista en psicoterapia infantil y del adolescente, detalla que si no se da esa sincronía, en el menor se pueden ir alterando funciones como el procesamiento de la información y de cómo interpreta las situaciones o la comunicación no verbal.
«También se pueden generar conductas hiperactivas», añade.
DURANTE EL EMBARAZO
Llegaron los vómitos, las náuseas, y el vientre crece cada vez más.
En el primer trimestre, algunas mujeres tratan de superar la angustia por los síntomas físicos, al mismo tiempo que intentan adaptarse al desarrollo del embrión en su cuerpo.
Una de las preocupaciones más comunes es el aumento de peso, que en casos de gravedad puede provocar pregorexia, es decir, anorexia durante la gestación.
La pregorexia se considera un trastorno psiquiátrico, en el que la embarazada no come lo suficiente o, en el caso extremo, llega a tener regímenes de dieta y ejercicio excesivo y extenuante.
La ansiedad o trastornos compulsivos también pueden aparecer en quienes no saben cómo afrontar los cambios y no tienen buenos antecedentes para el manejo del estrés.
Sin embargo, Jannet Cendejas, especialista en psicoterapia y psicodiagnóstico del adulto y el niño, dice que si una mamá se concentra en las necesidades del ser que se forma en su vientre y en el desarollo de su relación con él, cambiará los sentimientos de molestia, tristeza o ansiedad por los de emoción y bienestar.
La mejor forma de trabajar en ese vínculo, agrega, es aceptar que hay cambios en su vida y buscar un equilibrio entre el cuidado personal y el del nuevo miembro de la familia.
Según la especialista de la comunidad Salud Desde el Embarazo (SAME), la construcción del vínculo madre e hijo se vuelve más fácil en el segundo trimestre, debido a que se empiezan a percibir los movimientos dentro del vientre, haciendo que la necesidad de proteger al bebé se incremente.
«Una mamá empieza a decir: tengo que cuidar mi alimentación, descansar, dejar de fumar y de tomar’, etcétera.», explica.
En el último trimestre del embarazo es común que se incrementen el temor y la ansiedad por el parto y el dolor, así como por otros temas relacionados con la salud del niño y la responsabilidad materna.
Es muy importante desarrollar competencias parentales, esto es, la capacidad para cuidar al recién nacido y dar respuesta adecuada a sus necesidades de supervivencia y crecimiento sano. Además de aportarle apoyo emocional y estimular su habilidad para relacionarse con su entorno físico y social.
DESPUÉS DEL EMBARAZO
Tras la espera, la angustia y el parto, ¡por fin tienes a tu bebé en los brazos!, pero tu proceso de madre sigue editándose.
Jannet Cendejas, especialista en psicoterapia y psicodiagnóstico del adulto y el niño, señala que los problemas en el postparto dependerán en gran medida de si se trabajó o no en el vínculo con el bebé y en los cambios que vendrán con el rol materno.
El baby blues no debe confundirse con la depresión postparto.
El primero es un cuadro adaptativo después de dar a luz, y dura aproximadamente 15 días.
El cuerpo pasa por cambios físicos y hormonales que afectan el estado de ánimo, donde es normal sentir ansiedad por el bienestar del recién nacido y por la transición hacia la maternidad y la nueva rutina.
A partir de los 15 días, si los síntomas no se han desvanecido, se puede llamar depresión postparto.
Aproximadamente el 20 por ciento de las mexicanas que van a parir pueden o están en riesgo de sufrir depresión después del parto.
De acuerdo con la Asociación Americana de Psicología, a diferencia del baby blues, la DPP no se va sola y puede durar semanas o meses si no se trata.
Esta condición puede afectar a mujeres, tanto si han tenido embarazos fáciles o problemáticos, si son madres primerizas o con uno o más hijos, y es independiente de la edad, raza, etnia, cultura o nivel de educación.
Algunos de sus síntomas son perder interés en el sexo, comer mucho más o mucho menos de lo normal, ataques de pánico, tristeza, sentirse culpable o muy enojada, llorar por mucho tiempo, dormir demasiado, estar preocupada de no ser buena madre y tener miedo a estar sola con el bebé.
Investigaciones indican que el haber sufrido ansiedad o depresión durante el embarazo son de los factores de riesgo más importantes.
Una de las consecuencias de la depresión postparto es que afecta directamente en la habilidad de la madre para sintonizarse con el bebé.
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